Según
mi criterio, este intercambio fue genial. Primero, cuando los
franceses vinieron a Granada, todos estábamos un poco cohibidos,
pero después del primer día que pasamos todos juntos en Córdoba,
la cosa empezó a animarse. Los sacábamos todos los días para que
se vieran, los llevamos a la playa, a cenar a un restaurante, a
visitar la ciudad... Los españoles empezamos a entablar amistad con
nuestros correspondientes, y con los demás franceses también.
Personalmente
me llevé genial con mi correspondiente e hicimos muchas cosas
juntos. Ya en Francia, París
nos resultó impresionante por sus dimensiones en comparación con
Granada, los monumentos son maravillosos y allí es cuando uno nota
que de verdad está en Francia. La única noche en el albergue
parisino fue bastante divertida.
En Tours, me alegré mucho de volver
a ver a mi correspondiente y a mis otros amigos franceses. Me
gustaría destacar la extrañeza
que nos originaron los horarios de Francia. Allí los españoles
hicimos casi todo junto, visitamos los magníficos castillos del
Loira, la ciudad de Tours, sus mercados, museos...
Durante
el fin de semana familiar, el sábado, fui a una reserva de animales,
“Beaumarchais”, donde éstos
campaban a sus anchas y los que realmente estaban “enjaulados”
éramos nosotros los humanos,
y el domingo fuimos un pequeño grupo franco-español a jugar al
“Laser Game”. Llegado el momento de la despedida y de los
abrazos, todo el mundo, entre el alborozo y alguna lágrima, se
emocionó. De este intercambio me llevo muy buenos recuerdos, bonitas
amistades, el elegante idioma y la ganas de volver algún día.
Repetiría.
Desde
estas líneas quiero dejar patente mi agradecimiento a mis profesores
del IES Ángel Ganivet y del Lycée Descartes.
Alejandro
Martínez García
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